lunes, 31 de diciembre de 2012

Reflexiones sobre defensa personal V


Continuando con esta serie de reflexiones que vengo compartiendo con los lectores de nuestra publicación en torno al tema de la “defensa personal”, queda por abordar el ¿Cuánto entrenamos?  Antes de adentrarnos en pormenores, recordemos que el entrenamiento se compone de tres variables fundamentales: volumen, intensidad y frecuencia. Como apunté al inicio de esta sucesión de breves artículos, la cuestión que ahora planteo es de fácil respuesta por cuanto que se trata de responder a la frecuencia, un aspecto mensurable, algo no subjetivo ni valorativo si no cuantificable en términos numéricos ¿cuánto tiempo dedico a entrenar aspectos estrictamente vinculados con la defensa personal o directamente aplicables en el combate cuerpo a cuerpo?
No debería resultar difícil determinar qué cantidad de horas me ocupa semanalmente mi rutina de entrenamiento de autodefensa. Si tomamos como referencia lo que hasta hace no mucho era un plan de entrenamiento estandarizado en España, es decir, tres horas en semana, normalmente días alternos, la mayoría de los entrenadores convendríamos en decir que este plan sería adecuado para la generalidad de la población adulta y que de mantenerse de forma continuada, el/la practicante lograría conocer y cierto dominio de los fundamentos de la defensa en un plazo de un año,  en dos años alcanzaría destreza y desahogo en las ejecuciones y en tres años se desenvolvería con pericia y un alto grado de competencia en sus acciones.

 
Sabemos que a través del entrenamiento logramos el  aprendizaje motor a la par que una la adaptación fisiológica de nuestro organismo por el efecto acumulativo que en él provoca este estimulo.  En consecuencia, podemos discernir que en una etapa inicial o de formación básica el volumen de entrenamiento es el parámetro fundamental. En una segunda fase, o periodo de consolidación, la carga del entrenamiento puede relajarse en sus indicadores cuantitativos y poner énfasis en la intensidad. Cuando se ha alcanzado un buen nivel, basta con un menor número de entrenamientos para conservar la habilidad ya adquirida. 

Aunque el planteamiento es simple y los números son fríos y no engañan, en su aparente sencillez puede ocultarse una evidencia mayor: el número de horas que necesito entrenar para alcanzar un nivel de rendimiento aceptable es inversamente proporcional a la habilidad innata de cada sujeto, a sus antecedentes y experiencias previas personales.

La frecuencia del entrenamiento se relativiza cuando se trata de desarrollar una actividad de mantenimiento de unas cualidades que ya forman parte de forma de actuación como movimientos reflejos.

En preparación física se suele decir que durante una semana:
-       1 sesión de entrenamiento es mejor que nada.
-       2 sesiones son el doble de buenas que una.
-       3 sesiones son el doble de buenas de dos.
-       4 sesiones son lo recomendable.
-       5 sesiones son más que suficiente.
-       6 sesiones son peor que cinco.
-       7 sesiones no garantizan el éxito, pero si la saturación.
Cuando un mismo estimulo es reiterativo, puede dejar de ser un reactivo y no lograr su propósito sino el contrario

Corresponde al entrenador valorar a su pupilo de forma  personal y  determinar en qué etapa se encuentra, para  actuar en consecuencia a sus objetivos regulando los factores de volumen, intensidad y frecuencia